La encontré en la azotea,escondida en un rincón,desorientada y temblorosa.Parecía una gata perdida sobreviviendo al invierno,atacada en las noches por los traviesos xilófagos.Sus nórdicas patas,de inclinación desmedida,casi imposible,le daban un aspecto perezoso pero a su vez vigilante.Sus orejas como antenas en alerta podían escudriñar cualquier rastro sonoro,filtrando el silbido del viento y el golpeteo de las prensas para detectar la pisada de algún lagarto que llevarse a la boca.
Al ver esos brazos,ese respaldo cóncavo abotonado,no pude evitar perderme por los mundos de Grant Featherston.
Y recordar nuestro querido Diablo.
Me miró con esa carita de pena de animal asustado y pareció susurrrar:
-Tapízame...porfavor...
Y yo,que en el fondo soy un tipo sensible,no pude evitar apiadarme de su alma atormentada y devolverle la alegría,la esperanza y el color.Devolverle su juventud aún a sabiendas que el karma no me correspondería ese favor,ese utópico deseo al que ninguno diríamos que no.
* * * *
Previamente hubo que desinsectar las patas con tratamiento anticarcoma,tapar con masilla y barnizar.
En el video se puede ver el estado avanzado del ataque de estos traviesos bichillos al limpiar con aire a presión.
Un bombón relleno de crin nacido en los '60,sin firmas que nos delataran a su autor,que podría haber construido el mismísimo Pedro Bonache si en un futuro,quien sabe,logramos crear ondas gravitacionales para curvar el espacio-tiempo y viajar al pasado.
Y lo vestimos de espigas de trigo blanco sobre tierra rojiza.
Sustituimos ese tocho de espuma del asiento que algún desalmado tapicero le puso
por una blandita mezcla de fibra hueca y picado para,finalmente,acabar abotonándolo.
por una blandita mezcla de fibra hueca y picado para,finalmente,acabar abotonándolo.
Una vez terminada la dejé en un rincón,protegida con un velo.
-Pareces una novia-le solté.
Y ella se sonrojó,sin entender que era una mofa.
Volví a mis quehaceres tapiceriles.El próximo trabajo eran unos asientos también abotonados al estilo de la silla Barcelona.Saqué una plancha de cartón para hacer la plantilla.
De pronto se escuchó un ruido.Como cuando arrastran un mueble.
-¡La puerta!¡Cerrad la puerta,que se escapan los sillones!-gritó papá.
Salió corriendo,endiabladamente veloz,en dirección al montacargas.
Para regresar a cielo abierto,de vuelta a la azotea.
Allí la vi saltar sobre los tejados,oteando el horizonte entre el Mediterráneo y Montserrat.
Reposando sobre sus patas como compases creando un reloj que marcaba las 3.
Disfrutando un baño de Sol de febrero,ninguneando al tapicero que la hizo renacer.
Y tuve que renunciar a ella al verla bailar loca,loca de alegría.
Festejando su nuevo estado de juventud,gozando de la libertad que la sociedad tantas veces nos limita,sacrificando el comfort de un salón por una vida,no sé cuál de las siete,repleta de emociones.