sábado, 27 de abril de 2013

Isabelino, como el buen vino


Hola a tod@s. Hoy les vengo a mostrar una pieza de esas que recuerdan los orígenes, de donde venimos, como eran las cosas antes de que la tecnología cambiase el modo de hacer de prácticamente todo.
Y soltamos el acelerador de la máquina de coser, escondemos las espumas, las cinchas, la cola, toda esa química que se ha infiltrado en el día a día. Cogemos las agujas pinchadas en el saquito de la pared, sacamos de paseo los ovillos de cáñamo y pita, deshacemos alegremente el rollo de yute, y el olor a cuerda invade el aire, mientras uno se embriaga de sus aromas y matices.




Isabel se presentó sin avisar, bajando ágilmente de la furgoneta y plantándose frente a mí, casi sin darme tiempo de reacción. La observé, con asombro, y mis pupilas dibujaron las curvas imponentes de la caoba, que custodiaba ese bosque tejido que debía desaparecer.


Tras unos días por el taller, y a pesar de que no era su turno, decidí meterle mano. La verdad es que le tenía ganas y la impaciencia me pudo.
La curiosidad me aporreaba, quería ver que había más allá de esos pajaros que llevaban cantando tantas primaveras. Necesitaba valorarlo y saber a qué me enfrentaba.

*****

Pero la emoción se vino a menos al descubrir bajo el tapizado otra tela, y debajo otra...¡con la pasamanería y todo!

Aparte del trabajo extra y gratuito que supone el regalito que el simpático señor de la tela verde nos dejó con todo su cariño, me parece una falta de respeto hacia el mueble trabajar de esta manera. Y una falta de respeto al oficio, y a los que vienen detrás.






 Esa frontera entre el tejido y el barniz había sido violada y ninguneada...
¿ésto cómo lo arreglamos?¿con photoshop?




Visto esto, el sofá necesitaba una dosis extra de cariño.
Con su alma herida parecía estar gritando: Tapízame...


Y tiempo hubo para darle, ya que la tela de GP&J Baker tardó tres meses en llegar.
Vino para pasar las Navidades y se quedó el resto del invierno. Aunque por mí, se podría haber quedado para siempre. Cada mañana al pasar por delante Isabel me miraba, desnuda, con su alma herida y sus ojos esperanzados. Siempre obtenía la misma respuesta.
-Debes tener paciencia. Ya sabes, los ingleses van a su ritmo...
Como por su vejez había adquirido esa cualidad, esperó y obtuvo su premio, sabiendo que todo tiene su momento.

 *****

Y el suyo había llegado.






Las rayas vuelven a ser protagonistas, contrastando con sus líneas rectas, que visten un cuerpo carente de ellas. Creando un efecto de tensión, una batalla en la que las curvas consiguen doblegar y serpentear a las rayas. Y es que Isabel no es un mueble cualquiera. Tiene mucho carácter.








Se terminó con doble vivo a petición del cliente. Primero cosido, y luego grapado entre los dos cordones, para que quede cerrado.




*****

La furgoneta volvió a asomar por la puerta. Ella se subió, sin despedirse, y desapareció tras los portones tintados. Volví a entrar al taller. Parecía vacío, desdentado. Volví a sacar las espumas, las cinchas, la cola, y guardé las agujas en el saquito de la pared, mientras el olor de Isabel se iba desvaneciendo, y mi conciencia regresaba de un viaje al pasado...




















miércoles, 10 de abril de 2013

Cartones tapizados: El marco II


En esta ocasión quisiera profundizar un poco en lo que ya vimos en la anterior entrada. Se trata de un segundo espejo reciclado para casa usando la técnica del cartón tapizado, a la que no me dedico profesionalmente, pero entiendo que es muy interesante y tiene muchas posibilidades. Además podemos considerarlo primicia en la red, ya que no he encontrado información al respecto. Si alguien la encuentra, le agradecería que la compartiese en los comentarios.




Era un simple espejo con un aglomerado encolado como base. Normalmente esta técnica se trabaja sobre un marco de madera. Pero como la vez anterior obtuve buenos resultados encolando al espejo, decidimos repetir.







Pocas herramientas necesitamos para este quehacer. La plancha de cartón quizás sea la más difícil de encontrar. Yo se las compro a las empresas suministradoras de material de tapicería. Si residen en Barcelona, pueden encontrarlas en Ribesplastic, en la calle Rocafort, 10. Muy cerca del Paralelo y Plaza  España. El regle debe ser muy recto. Un perfil de aluminio puede valerles.
Por cierto, hay que tener en cuenta que la lengüeta del metro  tiene un milímetro de juego en el mejor de los casos. Podemos empezar a contar en cualquier punto, como por ejemplo el centímetro número 10.







Cortamos las piezas de cartón a la medida que queramos cubrir, en este caso con dos secciones por costado y el inglete a 45º para las esquinas.
Siempre con la cuchilla bien afilada y un regle bien recto. Y sin olvidar descontar el milímetro de grosor que nos ocupará la piel. Cabe decir que hay que hilar fino con la cinta métrica, los ángulos y un corte bien recto y vertical. Un milímetro de error puede traer problemas cuando tengamos que casar las piezas. Esta es la parte más difícil del trabajo, hace falta un poco de práctica para asegurarnos un resultado óptimo. El resto del proceso creo que está al alcance de cualquiera de ustedes.




 Encolamos el género que elijamos. Puede ser piel, polipiel, tela...asegurándonos los cantos, para evitar que queden bolsas.

Es conveniente pasar por la mola las zonas encolables de la piel, para que agarre mucho mejor.





O en su defecto lijarlas a mano, y como mínimo quitarle el brillo.







Esta vez hemos decidido coser las piezas frontales. El hilo es al tono, y no destaca pero conseguimos otro efecto, dándole más profundidad y detalle. Si no se dispone de una guía, como es mi caso, hay que coser con extrema lentitud y seguridad, utilizando el grueso de la patilla como referencia visual.



Se encolan los reversos de los frontales sin llegar a los bordes, para que no rebose luego cola, muy engorrosa de quitar.
Empleamos cola de contacto aplicada con brocha y pincel.



El espejo lo lijamos un poco y también le aplicamos la cola. Hay que dejar secar ambas caras hasta que tocándolas con el dedo no estén pegajosas. Ese es el momento óptimo para montar las piezas.
La cola no nos permite margen de error. Una vez se unen las capas no se puede mover ni rectificar. Un buen truco es colocar un paño que no deshile, en este caso sobre el cristal, para poder trabajar bien la pieza, asegurar los finales, y luego estirar del trapo y encolarlo todo ya con la pieza en su sitio. No sé si me he explicado.






Repetimos la operación con las piezas laterales, intentando que todo cuadre. Para finalizar yo coloco una gota de adhesivo instantáneo en las esquinas de las piezas para que queden unidas entre sí, y no tiendan a despuntar con el tiempo.







Este es el resultado final. Un espejo que apuntaba al vertedero y que ha acabado presidiendo la pared.






Y hasta aquí puedo leer. Si alguien se anima a probar y tiene dudas, he abierto una página para estos menesteres, donde pueden plantear cualquier enigma que un tapicero pueda resolver.

Saludos.