viernes, 11 de julio de 2014

Isabel y las flores




Isabel flotaba sobre una nube,aturdida por la anestesia.Tras la operación había perdido el enperlado,el rosario que embellecía sus formas.Esas curvas infinitas que su padre,un viejo ebanista y maestro sillero le había otorgado.
Vagaba errante,desnuda en cuerpo y alma.Se había desprendido de su desierto de poliuretano,de su vestido de todos los días.Había quedado reducida a los huesos,a un esqueleto que ahora lucía de un blanco roto,desgastado.
Ella y sus cinco hermanas mellizas habían sufrido la misma suerte,pero seguían unidas después de mucho tiempo.Isabel fue la primera en nacer,y eso le otorgaba un liderazgo,un matriarcado del que había llevado el peso toda su larga vida.Pero había llegado el momento de rejuvenecer,de cambiar su piel,su carne y sus ropajes.



Isabel buscaba la flor más bella para tejer sus vestidos.Uno para ella y otro para su segunda.Las cuatro pequeñas solo necesitaban vestirse de cintura para abajo.No sabía si esa flor habría nacido ya,si su condición efímera permitiría arrancar su esencia y crear un perfume de tramas y urdimbres.


Desconocía el método para sintetizar aquellas explosiones de vida en un telar.Ella apelaba a la magia,aún conservaba ese instinto soñador de la infancia.Creía conocer bastante bien a los humanos.Sabía que eran capaces de las mayores atrocidades,pero también de los mayores logros,con una creatividad y capacidad sin límites.


Una cosa sí tenía clara.Buscaba una flor roja,que cubriera de pasión sus cuerpos blanquecinos.






Isabel y su hermana tenían algo clavado entre pecho y espalda.Todo ocurrió una tarde de verano.
Aparecieron por casa unos niños.Traían los cabellos mojados y recién peinados,los ojos rojizos y sus pisadas aún dejaban una huella húmeda en el suelo.Se acercaron a la mesa donde les esperaba un bocadillo y un vaso de leche.Los dos subieron sobre ellas de rodillas,con un comportamiento inquieto,mientras arrastraban las hebillas de las zapatillas sobre el terciopelo.
Los niños comenzaron a balancearse hacia atrás,no pareciendo estar conformes con el contenido del pan.
Empujaron la mesa con toda la fuerza que sus pequeños brazos podían hacer,levantando las patas delanteras de Isabel y su hermana,que se miraban impotentes,angustiadas por aquel acto que castigaba sus traseras.
Llegado un momento no pudieron soportar el dolor y se dejaron caer,con la mala suerte de que el peso de los infantes cayó sobre sus rejillas,rompiéndolas.
Fue una experiencia traumática para ellas,que se vieron con el respaldo artesano roto,después de décadas,inmersas en un dolor que la vibración del golpe propagó por sus maderas durante unos eternos segundos,humilladas en el suelo con unos niños encima que lloraban con desespero.

Unos años más tarde fueron abandonadas en la casa.Por suerte su nueva propietaria las acogió,les eliminó la carcoma,las pintó...y las llevó al tapicero.





Isabel volvió al taller,sin haber encontrado esa flor.Cruzó la puerta y se detuvo ante los muestrarios.Y se quedó observando durante minutos,sin decir nada.Tampoco hacía falta,enseguida comprendí que había encontrado su flor.



*   *   *   *   *   *   *





Así nos pusimos manos a la obra.La tela poseía un árbol aterciopelado,que recuerda mucho a un cerezo japonés.Un árbol imposible que ramificaba hacia arriba y hacia abajo.
Buscaba la forma de cortarla,pero no lo veía claro entre tanta rama y tanta flor,y el metraje tampoco daba para mucho,y tenía que sacar los vivos...
Así que en un minutito hice unos marcos de cartón,que dicho sea de paso corroboró mi primera impresión.Es fantástica para enmarcar.




Opté por colocar el tronco en el centro del asiento y que ramifique en diagonal,y en el respaldo y contra intenté evitarlo para conseguir las mayores flores posibles y darle aspecto de copa.



Con veinte centímetros de sobrante y las tiras saqué los vivos dobles.Por los pelos.


Y vestí a Isabel y sus hermanas.







Aquí pueden verla,a su izquierda y al lado su segunda.

+







El remate se hizo con vivo doble cosido y encolado.Esta vez sin cerrarlo con grapas.










Una semana después de que Isabel y sus hermanas volvieran a su hogar totalmente reformado,me llamó el cliente.No era para reclamar,tampoco tenía nada más para tapizar.Solo llamó para felicitarnos por el trabajo.Un simple gesto que nosotros valoramos como la mayor recompensa a nuestra tarea.Un reconocimiento que a muchos no se les otorga aún haciendo bien su labor.Es por eso que no puedo dejar de sentirme afortunado.Moltes gràcies Avelina.

Cúidense,y que pasen unas tapices vacaciones los que ya puedan disfrutar de ellas.Un saludo a tod@s.