jueves, 28 de marzo de 2013

La telefonera

 ¿Es el enemigo?
¡Que se ponga!
Que no puede ponerse... que está ocupado...
Bueno pues dígale que ya podemos seguir la guerra, que ya hemos desatrancao la cabeza del sargento de la boca del cañón.
Sí.
Bueno entera no, las orejas se han quedado dentro y no las podemos sacar. Hemos pensado que disparando salen, fijo.
Pues ya no oía mucho , el hombre. Así que no se le ve muy afectado.
Sí. Jua jua jua...
Si acaso nos las envían cuando lleguen ¿eh? Sí. Y la bala también, que es nuestra.. muy bien.. muy amable señorita telefonera...
Ah, que no es telefonera...que es telefonista...ya...
Que la telefonera es un mueble para hablar por teléfono... que puede ser un sofá. Hombre pues uno de esos a mí no me iría mal...porque soy el único tonto que está aquí de pie...claro ahora entiendo porque se ríen todos constantemente...


Esto podría haber dicho el gran Gila al descubrir tan curioso mueble. Yo lo desconocía hasta hace unos años cuando cayó uno en mis manos, y hubo que tapizarlo a rayas. Aún conservo una foto, aunque le faltan los cajones, que los dejé en la casa por comodidad.




 Aunque su valor práctico ya no tiene sentido con la invasión celular, siguen siendo piezas con encanto y un aire romántico. Nos recuerdan que hubo un día en que los teléfonos no se movían, que precisaban de un listín escrito adjunto, que había que trazar un círculo con el dedo en cada número, y esperar a que la rueda volviera a su posición. Todo con un tempo que había que respetar. Y ese sonido tan peculiar. No existían las llamadas perdidas ni los contestadores y siempre sufríamos la incertidumbre de no saber a quien encontraríamos al otro lado del hilo.





 Así que el sofá telefonera sucumbió al cambiar de los tiempos y a esta locura de las ondas, que entre telefonía y wifi bombardean nuestros cuerpos. Y esos gremlins cenados y bañados que viven en nuestras mejillas y duermen en nuestros bolsillos. Que nos permiten hablar con personas que no nos ofrecen toda su atención, así como nosotros aprovechamos para limarnos las uñas, hacer la cena o navegar por la red. Y le llamamos comunicación. Esos golosos gremlins que nos permiten hacer el ridículo en el tren sustituyendo el hilo musical por una exhibición de mal gusto y peor criterio auditivo, mientras ponemos cara de zombie y nos preguntamos porque nos mira todo el mundo.
Con su hablar insolente intentan siempre abortar una conversación interesante, un momento especial, detener un coche o sacarnos de la piscina. Y nos apresuramos en atenderlo, como si después del politono no hubiera vida.




Y ya que me he atrevido a emular al maestro del humor, les dejo con un vídeo para que se echen unas risillas, que falta nos hace...
-Ay, tengo que dejarles, que me están llamando... un salud...TUTU TUTU TUTU

8 comentarios:

  1. Aunque las butacas telefoneras ya no tienen ninguna función por cumplir sigue siendo una pieza de gran valor decorativo de nuestros espacios y son difíciles de encontrar. Has tenido suerte de poder tener una en tus manos.

    Un saludo

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    1. Esta presidía el recibidor.Sí que son caras de ver sí.Tambien las hay que son bancos.
      un saludo dana

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  2. Simpático relato en torno a un mueblecito casi descatalogado. Eran una preciosidad. Yo conservo un teléfono de disco similar al de tu foto, que aún funciona perfectamente.
    Tu telefonéra ha quedado fantástica, con un tapizado que la hace muy actual sin robarle ni un ápice de su belleza.
    Preciosa Oscar. un abrazo

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    1. Clara ese teléfono lo usas aún?Entonces no te vendría mal una telefonera.;)
      un abrazo

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  3. Muy bueno tu escrito de la telefonera. Hoy en día sería la "Tabletera" o la "Netbookera" Un saludo Oscar

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  4. Me quedo con la metáfora de los gremlins. Todos sin excepción estamos sometidos a su ejército, en su diferentes versiones !Ah! y con lo de la Tabletera que ahí hay una idea a desarrollar (prometo no copiar ;.))

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  5. Pues ahora que lo dices no estaría mal una butaca para la tablet o el portátil.Hablaré con los de Apple ;)
    un saludo Lomanú.

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