jueves, 26 de enero de 2012

Génesis

Bienvenidos a todos. En esta primera entrada quiero hacer una introducción al oficio de tapicero, con el fin de difundir y dar a conocer esta actividad que, junto a otros oficios, persiste al ataque de un mercado cada vez más exigente. Los últimos 40 años el mundo entero ha vivido un cambio radical, y la tapicería también ha sentido el cambiar de los tiempos.


Hoy en día, los que pretendemos seguir llamándonos artesanos no solemos prescindir de un compresor para las grapas y la cola, o una máquina de coser eléctrica. Porque hombre,tampoco estamos en la edad de piedra, pero el concepto de trabajo y la elaboración sí son artesanas.

Uno de los motivos que me ha llevado a empezar este blog es el deseo de crear conciencia para que no se pierdan los oficios. Para que no queden desnaturalizados. Para que esa riqueza de conocimientos que poseen no muera en el olvido.

Así, el señor de la imagen afrontaba un laborioso trabajo, a un ritmo natural, sin ser esclavo del tiempo, rellenando con crin bajo arpillera, atando y cosiendo con cáñamo y pita.

Puntada a puntada, muelle a muelle esculpía una pieza única que iba a ser duradera en los años .Que iba a dar refugio al cansado, reposo al enfermo. Consciente que ese mueble enterraría a su futuro dueño, tras hacerle la vida algo más llevadera. Consciente del sentido de su trabajo, dedicaba numerosas horas a este fin, ignorando los mercados, la competitividad, el marketing y tantos conceptos que para bien y para mal hemos adquirido los últimos lustros.

Con la lección aprendida de "oda al albañil tranquilo", el tapicero artesano trabajaba al pulso natural de la vida, el que marca el orden de las cosas.


Un orden roto por la entrada del capitalismo salvaje en nuestras vidas, un lobo con piel de cordero que, lentamente, nos ha ido arrebatando todo aquello que era nuestro. Con el disfraz del progreso y la falsa abundancia nos ha hecho cómplices de un camino sin retorno. Nos ha hecho víctimas de sus faláceas.
Porque este sistema miente mejor que el diablo, y hasta que no ha venido la crisis, hasta que el monstruo no se ha devorado a sí mismo, no hemos sabido ver las miserias que escondía una riqueza ficticia. No hemos querido ver que esto era pan para hoy y hambre para mañana.

Porque se lo debemos a nuestros hijos,debemos de parar la máquina.
Y volver al orden natural de las cosas.
Aquel del que nunca debimos salir.